La fuerza del crecimiento, de una energía burbujeante y contagiosa nos acompaña en primavera.

Primavera, la estación del año que nos inspira y aporta movimiento, nos sacude del letargo y nos empuja a salir hacia fuera. Es la energía que emerge y asciende e igual cómo lo hace en los árboles con fuerza, lo hace en nuestro cuerpo.
Toda su potencia y fuerza contenida, estalla en el brote tierno para poder crecer.
La energía y el movimiento de la primavera nos va a movilizar en nuestro interior todas las emociones generando un impulso de salida hacia el exterior.
¿Cómo nos despertamos en este momento a la primavera?
Llegamos hasta aquí con fuerza, con ganas, con dinamismo, con alegría. O, por el contrario, llegamos cansados y apáticos o malhumorados.
Venimos de un invierno especialmente largo, confinados desde la primavera anterior, que ha alterado el equilibrio de los ciclos vitales naturales. En todo este tiempo hemos realizado una gran adaptación, a la situación por la que estamos atravesando, y seguimos sosteniéndola emocionalmente.
En primavera cada persona puede haberla vivido con matices distintos y con emociones cambiantes, e igual como las olas de pandemia, nos hemos podido sentir invadidos por estados emocionales de miedo, enfado, ira, tristeza, desesperación, desasosiego, ansiedad, angustia, estrés, irritabilidad, insomnio, cansancio, apatía y podríamos hacer la lista mucho más larga.

Nuestro cuerpo, que sigue obedeciendo a su parte biológica, traduce e interpreta lo que estamos viviendo; por tanto, lo que sentimos, cómo lo sentimos y cómo expresamos lo que sentimos, si lo hacemos, es muy importante.
En muchos casos se abran despertado memorias de supervivencia, abocados a la parte más instintiva del ser humano que necesita seguir viviendo.
Cuando las necesidades más básicas se ven amenazadas, aparecen comportamientos de sobrevivencia, y de forma autónoma se despiertan emociones vitales de miedo, de protección a la vida, así como también puede despertarse el instinto de lucha o huida.
El factor de incertidumbre de la situación, la sensación de la falta de control de nuestra vida y los continuos cambios, ayudan a mantener en nosotros la sensación de vulnerabilidad, y con el tiempo la somatización de las emociones en nuestro cuerpo.
En el primer caso, el miedo tiende a generalizarse, nos induce hacia emociones de ansiedad, angustia y depresión, cuando esto sucede las personas están temerosas mirando hacia un futuro incierto, o ancladas a su pasado, mirando lo que se ha perdido, lo que se ha sacrificado, lo que se ha interrumpido, dejado de hacer y de compartir con los seres queridos.
En el segundo caso, podemos sentirnos muy frustrados ante los acontecimientos, con ganas de pelear por tantas injusticias cometidas, sean nuestras, o no. Existe una necesidad interior de hacer algo, de no quedarse quieto, de salir a luchar.
En el tercer caso, podemos sentir la necesidad de evadirnos de lo que está ocurriendo, de marchar lejos, como si no fuera con nosotros, de desconectar. Nos evadimos consumiendo series, películas, videojuegos….
¿Qué podemos hacer esta primavera?

En esta preciosa primavera hay que dejar el miedo a un lado, salir de los patrones de supervivencia y sufrimiento, cambiar nuestra mirada, enfocarnos en lo positivo de cada día, ser amables con nosotros mismos, empezar a cultivar nuestra capacidad de amar y de agradecer, dedicarme cada día un pequeño espacio para mí, para escucharme y sobre todo respirar conscientemente.
Imaginar, meditar, pintar, crear, bailar, cantar, conectar con nuestros recursos creativos, que son una fuente inagotable de sanación, nos van a ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos, a conectar de nuevo con la alegría y descubrir los recursos para afrontar esta situación tan desconcertante.
La vida nos pone a prueba y podemos hacerlo mostrando nuestra mejor versión.

Carmen Saez
Psicóloga Holística, formada en Arteterapia, kinesiología Emocional, Terapia Sistémica/Regresiva y Contacto Biodinámico